Libro III, 1. No sólo esto debe tomarse en cuenta, que día a día se va gastando la vida y nos queda una parte menor de ella, sino que se debe reflexionar también que, si una persona prolonga su existencia, no está claro si su inteligencia será igualmente capaz en adelante para la comprensión de las cosas y de la teoría que tiende al conocimiento de las cosas divinas y humanas… la facultad de disponer de sí mismo… a reflexionar sobre si ya ha llegado el momento de abandonar esta vida.
Libro III, 4. No consumas la parte de la vida que te resta en hacer conjeturas sobre otras personas, de no ser que tu objetivo apunte a un bien común; porque ciertamente te privas de otra tarea… todos los seres racionales están emparentados y que preocuparse de todos los hombres está de acuerdo con la naturaleza humana; pero no debe tenerse en cuenta la opinión de todos, sino sólo la de aquellos que viven conforme a la naturaleza… no toma en consideración el elogio de tales hombres que ni consigo mismo están satisfechos.
Libro III, 5. Ni actúes contra tu voluntad, ni de manera insociable, ni sin reflexión, ni arrastrado en sentidos opuestos. Con la afectación del léxico no trates de decorar tu pensamiento.
Libro III, 7. Nunca estimes como útil para ti lo que un día te forzará a transgredir el pacto, a renunciar al pudor, a odiar a alguien, a mostrarte receloso, a maldecir, a fingir, a desear algo que precisa paredes y cortinas.
Libro III, 11. Qué es, y de qué elementos está compuesto y cuanto tiempo es natural que perdure este objeto que provoca ahora en mí esta imagen, y que virtud preciso respecto a él.
Libro III, 12. Si ejecutas la tarea presente siguiendo la recta razón, diligentemente, con firmeza, con benevolencia y sin ninguna preocupación accesoria, antes bien, velas por la pureza de tu dios, como si fuera ya preciso restituirlo, si agregas esta condición de no esperar ni tampoco evitar nada, sino que te conformas con la actividad presente conforme a la naturaleza y con la verdad heroica en todo lo que digas y comentes, vivirás feliz. Y nadie será capaz de impedírtelo.
Libro III, 14. No vagabundees más. Porque ni vas a leer tus memorias, ni tampoco las gestas de los romanos antiguos y griegos, ni las selecciones de escritos que reservas para tu vejez. Apresúrate, pues, al fin, y renuncia a las vanas esperanzas y acude en tu propia ayuda, si es que algo de ti mismo te importa, mientras te queda esa posibilidad.
Libro IV, 3. Se buscan retiros en el campo, en la costa y en el monte. Tú también sueles anhelar tales retiros. Pero todo eso es de lo más vulgar, porque puedes, en el momento que te aparezca, retirarte en ti mismo. En ninguna parte un hombre se retira con mayor tranquilidad y más calma que con su propia alma.
Libro IV, 6. Recuerda que dentro de brevísimo tiempo, tú y ése habréis muerto, y poco después, ni siquiera vuestro nombre perdurará.
Libro IV, 7. Destruye la sospecha y queda destruido lo de <<se me ha dañado>>; destruye la queja de <<se me ha dañado>> y destruido queda el daño.
Libro IV, 18. Cuánto tiempo libre gana el que no mira qué dijo, hizo o pensó el vecino, sino exclusivamente qué hace él mismo, a fin de que su acción sea justa, santa o enteramente buena. No dirijas la mirada a negros caracteres, sino corre directo hacia la línea de meta, sin desviarte.
Libro V, 3. Atraviesa el recto camino consecuente con tu propia naturaleza y con la naturaleza común; pues el camino de ambas es único.
Libro V, 11. Para que me sirve ahora mi alma? esa parte que precisamente llaman guía interior, y de quién tengo alma en el momento presente. Acaso de un niñoa, de un jovencito, de una mujercita, de un tirano, de una bestia, de una fiera?
Libro V, 24. Recuerda la totalidad de la sustancia, de la que participas minimamente, y la totalidad del tiempo, del que te ha sido asignado un intervalo breve e insignificante, y del destino, del cual, qué parte ocupas?
Libro V, 31. Cómo te has comportado hasta la fecha con los dioses, con tus padres, tus hermanos, tu mujer, tus hijos, tus maestros, tus preceptores, tus amigos, tus familiares, tus criados? Acaso en el trato con todos hasta ahora te es aplicable lo de: <<ni hacer mal a nadie ni decirlo>>?
Libro VI, 10. Barullo, entrelazamiento y dispersión, o bien unión, orden y previsión. Si efectivamente es lo primero, por qué deseo demorar mi estancia en una azorosa mezcla y confusion tal? y por qué va a importarme otra cosa que no sea saber cómo <<convertirme un día en tierra>>? Y por qué tumbarme? pues la dispersión me alcanzará, haga lo que haga. Y si es lo segundo, venero, persisto y confío en el que gobierna.
Libro VI, 11. Siempre que te veas obligado por las circunstancias como a sentirte confuso, retorna a ti mismo rápidamente y no te desvíes fuera de tu ritmo más de lo necesario. Pues serás bastante más dueño de la armonía gracias a tu continuo retornar a la misma.
Libro VI, 21. Si alguien puede refutarme y probar de modo concluyente que pienso o actúo incorrectamente, de buen grado cambiaré de proceder. Pues persigo la verdad, que no dañó nunca a nadie; en cambio, sí se daña el que persiste en su propio engaño e ignorancia.
Libro VI, 29. Es vergonzoso que, en el transcurso de una vida en la que tu cuerpo no desfallece, en éste desfallezca primeramente tu alma.
Libro VI, 50. Intenta persuadirles; pero obra, incluso contra su voluntad, siempre que la razón de la justicia lo imponga.
Libro VI, 53. Acostúmbrate a no estar distraído a lo que dice otro, e incluso, en la medida de tus posibilidades, adéntrate en el alma del que habla.
Libro VII, 5. Basta mi inteligencia para eso o no? Si me basta, me sirvo de ella para esta acción como si fuera un instrumento concedido por la naturaleza del conjunto universal. Pero si no me basta, cedo la obra a quien sea capaz de hacer, con la ayuda de mi guía interior, lo que en este momento es oportuno y beneficioso a la comunidad. Porque lo que estoy haciendo por mí mismo, o en colaboración con otro, debe tender, exclusivamente, al beneficio y buena armonía con la comunidad.
Libro VII, 11. Para el ser racional el mismo actos es acorde con la naturaleza y con la razón.
Libro VII, 22. Propio del hombre es amar incluso a los que tropiezan. Y eso se consigue, en cuanto se te ocurra pensar que son tus familiares, y que pecan por ignorancia y contra su voluntad, y que, dentro de poco, ambos estaréis muertos y que, ante todo, no te dañó, puesto que no hizo a tu guía interior peor de lo que era antes.
Libro VII, 26. Cada vez que alguien cometa una falta contra ti, medita al punto qué concepto del mal o del bien tenía al cometer dicha falta. Porque, una vez que hayas examinado eso, tendrás compasión de él y ni te sorprenderás, ni te irritarás con él. Ya que comprenderás tú también el mismo concepto del bien que él, u otro similar. En consecuencia, es preciso que le perdones. Pero aun si no llegas a compartir su concepto del bien y del mal, serás más fácilmente benévolo con su extravío.
Libro VII, 71. Es ridículo no intentar evitar tu propia malda, lo cual es posible, y, en cambio, intentar evitar la de los demás, lo cual es imposible.
Libro VIII, 2. En cada acción, pregúntate: como es ésta respecto a mí? no me arrepentiré después de hacerla? dentro de poco habré muerto y todo habrá desaparecido. Qué más voy a buscar, si mi presente acción es propia de un ser inteligente, sociable y sujeto a la misma ley de Dios?
Libro VIII, 5. En primer lugar, no te confundas; pues todo acontece de acuerdo con la naturaleza del conjunto universal, y dentro de poco tiempo no serás nadie en ninguna parte, como tampoco son nadie Adriano ni Augusto. Luego, con los ojos fijos en tu tarea, indágala bien y teniendo presente que tu deber es ser hombre de bien, y lo que exige la naturaleza del hombre, cúmplelo sin desviarte y del modo que te parezca más justo: sólo con benevolencia, modestia y sin hipocresía.
Libro VIII, 10. El arrepentimiento es cierta censura personal por haber dejado de hacer algo útil. Y el bien debe ser algo útil y debe preocuparse de él el hombre íntegro. Pues ningún hombre íntegro se arrepentiría por haber desdeñado un placer; por consiguiente, el placer ni es útil ni es bueno.
Libro VIII, 12. Siempreque de mal talante despiertes de tu sueñ, recuerda que está de acuerdo con tu constitución y con tu naturaleza humana corresponder con acciones útiles a la comunidad, y que dormir es también común a los seres irracionales. Además, lo que está de acuerdo con la naturaleza de cada uno le resulta más familiar, más connatural, y ciertamente también más agradable.
Libro VIII, 16. Ten presente que cambiar de criterio y obedecer a quien te corrige es igualmente acción libre. Pues tu actividad se lleva a término de acuerdo con tu instinto y juicio y, particularmente además, de acuerdo con tu propia inteligencia.
Libro VIII, 17. Si depende de ti, por qué lo haces? Pero si depende de otro, a quién censuras? a los átomos o a los dioses? En ambos casos es locura. A nadie debes reprender. Porque, si puedes, corrígele. Y si no puedes, corrige al menos su acción. Y si tampoco esto te es posible, de qué te sirve irritarte? porque nada debe hacerse al azar.
Libro VIII, 26. La dicha del hambre consiste en hacer lo que es propio del hombre. Y es propio del hombre el trato benevolente con sus semejantes, el menosprecio de los movimientos de los sentidos, el discernir las ideas que inspiran crédito, la contemplación de la naturaleza del conjunto universal y de las cosas que se producen de acuerdo con ella.
Libro VIII, 27. Tres son las relaciones: una con [la causa] que nos rodea, otra con la causa divina, de donde todos nos acontece a todos, y la tercera con los que viven con nosotros.
Libro VIII, 42. No merezco causarme aflicción, porque nunca a otro voluntariamente afligí.
Libro VIII, 51. Progresa en todo momento hacia la libertad con benevolencia, sencillez y modestia.
Libro VIII, 55. En general, el vicio no daña en nada al mundo. Y, en particular, es nulo el daño que produce a otro; es únicamente pernicioso para aquel a quien le ha sido permitido renunciar a él, tan pronto como lo desee.
Libro VIII, 56. Para mi facultad de decisión es tan indiferente la facultad decisoria del vecino como su hálito vital y su carne. Porque, a pesar de que especialmente hemos nacido los unos para los otros, con todo, nuestro individual guía interior tiene su propia soberanía. Pues, en otro caso, la maldad del vecino iba a ser ciertamente mal mío, cosa que no estimó oportuna Dios, a fin de que no dependiera de otro el hacerme desdichado.
Libro VIII, 59. Los hombres han nacido los unos para los otros. Instrúyelos o sopórtalos.
Libro VIII, 61. Introdúcete en el guía interior de cada uno y permite también a otro cualquiera que penetre en tu guía interior.
Libro IX, 4. El que peca, peca contra sí mismo; el que comete una injusticia, contra sí la comete, y a sí mismo se daña.
Libro IX, 5. Muchas veces comete injusticia el que nada hace, no sólo el que hace algo.
Libro IX, 33. Todo cuanto ves, muy pronto será destruido y los que han visto la destrucción dentro de muy poco serán también destruidos; y el que murió en la vejez extrema acabará igual que el que murió prematuramente.
Libro X, 8. Después de asignarte estos nombres: bueno, reservado, veraz, prudente, condescendiente, magnánimo, procuar no cambiar nunca de nombre, y, si perdieras dichos nombres, emprende su búsqueda a toda prisa.Y ten presente que el término <<prudente> pretendía significar en ti la atención para captar cabalmente cada cosa y la ausencia de negligencia; el término <<condesdenciente>>, la voluntaria aceptación de lo que asigna la naturaleza común; <<magnánimo>>, la supremacia de la parte pensante sobre las convulsiones suaves o violentas de la carne, sobre la vanagloria, la muerte y todas las cosas de esta índole.
Libro X, 16. No sigas discutiendo ya acerca de qué tipo de cualidades debe reunir el hombre buen, sino trata de serlo.
Libro X, 29. Detente particularmente en cada una de las acciones que haces y pregúntate si la muerte es terrible porque te priva de eso.
Libro XI, 11. Cual es tu oficio? Ser bueno. Y, como se consigue serlo, sino es mediante las reflexiones, unas sobre la naturaleza del conjunto universal, y otras, sobre la constitución peculiar del hombre?
Libro XI, 26. En los escritos de los efesios se encontraba una máxima <<recordar constantemente a cualquiera de los antiguos que haya practicado la virtud>>.
Libro XI, 39. Decía Sócrates: <<Qué queréis? tener almas de seres racionales o irracionales? de seres racionales. De qué seres racionales? Sanos o malos? Sanos. Por qué, pues, no las buscáis? Porque las tenemos. Por qué entonces lucháis y disputáis?>>
Libro XII, 3. Tres son las cosas que integran tu composición: cuerpo, hálito vital, inteligencia. De ésas, dos te pertenecen, en la medida en que debes ocuparte de ellas. Y sólo la tercera es propiamente tuya. Caso de que tú apartes de ti mismo, esto es, de tu pensamiento, cuantos otros hacen o dicen, o cuanto tú mismo hiciste o dijiste y cuanto como futuro te turba y cuanto, sin posibilidad de elección, está vinculado alcuerp que te rodea o a tu hálito connatural, y todo cuanto el torbellino que fluye desde el exterior voltea, de manera que tu fuerza intelectiva, liberada del destino, pura, sin ataduras pueda vivir practicando por sí misma la justicia, aceptando los acontecimientos y profesando la verdad; si tú, repito, separas de este guía interior todo lo que depende la pasión, lo futuro y lo pasados, y te haces a ti mismo, como Empédocles <<una esfera redonda, ufana de su estable redondez>>, y te ocupas en vivir exclusivamente lo que vives, a saber, el presente, podrás al menos vivir el resto de tu vida hasta la muerte, sin turbación, benévolo y propicio con tu divinidad interior.
Libro XII, 4. Muchas veces me he preguntado con admiración cómo cada uno se tiene en más estima que a todos y, sin embargo, toma en menos consideración su propia opinión personal que la de los demás.
Libro XII, 7. Cómo has de ser sorprendido por la muerte en tu cuerpo y alma! Piensa en la brevedad de la vida, en el abismo del tiempo futuro y pasado, en la fragilidad de toda materia.
Libro XII, 17. Si no conviene, no lo hagas; si o es cierto, no lo digas; provenga de ti este impulso.
Libro XII, 29. La salvación de la vida consiste en ver enteramente qué es cada cosa por sí misma, cuál es su materia y cuál es su causa. En practicar la justicia con toda el alma y en decir la verdad. Qué queda entonces sino disfrutar de la vida, trabando una buena acción con otra, hasta el punto de no dejar entre ellas el mínimo intervalo?
Libro XII, 33. Cómo se sirve de ti el guía interior? que en eso radica todo. Y lo demás, dependa o no de tu libre elección, es cadáver y humo.